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La identidad europea como objeto de estudio y enseñanza


German translation, English translation, Italian translation, Polish translation




By Edmund Ohlendorf of IWB Radolfzell e.V., GERMANY, 1998

(Spanish translation of the German original by Eduardo Díaz,Granada, SPAIN, 1999)

Contribution to the EDUVINET "European Identity" subject







 

1. Definición del concepto

Identidad significa igualdad total entre dos cosas, una igualdad en su ser. Según este sentido de la palabra la identidad europea significaría una igualdad en el ser de todos los habitantes de Europa. Pero ¿a qué Europa nos referimos? Una definición geográfica de Europa no es fácil y políticamente no hay (aún) unas fronteras europeas claramente definidas. De esta forma ¿cómo pueden identificarse las personas con algo que no puede ser definido exactamente.?

Se podría suponer que, al menos, todos los habitantes de la Unión Europea desde 1992 tienen el mismo sentido de identidad con esta Unión. Pero este no es el caso, pues no existe una legislación europea que, al menos, pudiera razonar una identidad jurídica. Pero, por otro lado, Polonia y Hungría se sienten, en cierto modo, europeos lo mismo que los franceses o los alemanes. En este punto la identidad se refiere a un concepto muy abstracto de un pasado histórico común, que, en un estudio más profundo, se percibe frecuentemente más como confrontación que como identidad.

El Presidente checo Václav HAVEL señaló en 1994, en el Parlamento Europeo de Estrasburgo, una salida valiente a la contradicción descrita, diciendo: "Por esto me parece que quizás el trabajo más importante que tiene ante si la Unión Europea, es que vaya caminando hacia una nueva, sincera y clara reflexión sobre lo que se quiere indicar con la identidad europea, hacia una nueva y realmente clara definición de la responsabilidad europea, hacia un reforzado interés en una verdadera integración europea, en todo su desarrollo futuro en el mundo actual y en una renovación de su carácter, o si Ustedes quieren, su carisma". [1]

 

 

 

2. Maneras conocidas de crear identidad

Esta tarea ya se dio en una ocasión, cuando todas las naciones de Europa estaban ocupadas en desarrollar sus rasgos distintivos, a la vez que se inventaban las naciones. El historiador británico Eric HOBSBAWM habló y con razón de un proceso de invención de la tradición "invention of tradition", para denominar a este entusiasmo colectivo y apasionado por el pasado de la nación; mientras que por su parte el historiador americano Benedict ANDERSON mostró cómo las naciones creándose un pasado común, como colectividades imaginarias "imagined communities", se inventaron a sí mismas [2].

Todas las naciones europeas, y también los USA, han inventado su país en el siglo XIX. Ernest RENAN, el gran investigador religioso francés, indicó sagázmente en una charla en la Sorbona ya en 1882 que : "Una nación es un alma, un principio espiritual. Dos cosas, que en realidad son sólo una, forman ese alma, ese principio espiritual. Una de ellas pertenece al pasado, la otra al presente. La una es la posesión común de una rica herencia de recuerdos; la otra es el acuerdo actual , el deseo de vivir juntos, la voluntad de seguir teniendo en gran estima la herencia, que se recibió indivisa". [3]

En el siglo XIX los pueblos europeos no se cansaron de afirmar su parte de herencia en unos recuerdos comunes para forjar en el presente su comunidad de destino y de solidaridad que se llama nación. Para esto se activaron leyendas de tiempos inmemoriales, actos heróicos germanos, galos y eslavos , batallas ganadas o perdidas entre Hastings, Lützen, Trafalgar, Leipzig y Waterloo. [4] Luchas contra el islam en los Balcanes, ante las puertas de Viena y la Reconquista sirvieron para encontrar la identidad así como para liberarse de la dominación extranjera, por ejemplo en los Países Bajos, en Suiza, o en Italia y Grecia.

Este gran fervor por reactivar hechos pasados, sufrimientos padecidos y alegrías comunes para dar forma a una nación y para legitimar su continuidad en el futuro, encontró su viva expresión más o menos por todas partes. De esta forma sirvieron tanto la pintura y la escultura como la arquitectura, literatura y la música, junto a la escritura de la historia como medios para la creación de una identificación de amplias capas del pueblo con la nación, lo cual era -mirándolo bien- una ficción mítica pero que desarrolló un enorme poder históricamente real. [5]

Cuando especialmente en la segunda mitad del siglo XIX aún se realizaron intentos de atribuir las diferencias entre naciones a diferencias entre razas y grupos étnicos, surgieron peligrosas ideologías y emociones en las mentes y en los corazones de las personas. Y si bién RENAN, en 1882, ya advertía expresamente del peligro de reivindicar una identidad entre un estado nacional por una parte y determinadas razas, etnias o religiones por otra, sabemos que semejantes errores han llevado en Europa a las guerras y asesinatos en masa más sangrientas, que se han dado en la historia de la humanidad.

Una reactivación de la idea del estado nacional como una forma de organización óptima de grandes grupos humanos no puede ser, hoy en Europa, un objetivo deseable. Intentos de este tipo han llevado, aún en un pasado muy cercano, en Irlanda del Norte, en el País Vasco, en Chipre y en los Balcanes, a asesinatos políticos y a guerras civiles, pero que no han aportado a las personas ni paz ni bienestar.

Sin embargo hay en algunos países miembros de la Unión Europea un creciente número de voces que piden una reactivación de la idea del estado nacional y ven en la "Europa sin fronteras" un peligro para sus peculiaridades nacionales.

 

 

 

3.Regiones, naciones, trasnacionalidad – ¿Alternativas al estado nacional según el estilo actual?

3.1. Regiones

 

Dos tendencias opuestas parece que ponen actualmente en cuestión el estado nacional. Una presión decreciente a vivir juntos en los estados nacionales llevó a la formación de territorios más pequeños, al alcance de la vista, con una homogeneidad social interna más grande, con lo cual ésta puede estar determinada por el idioma, la cultura, una historia común o un interés económico. Así tuvo lugar la evolución en España después del régimen de Franco, igualmente después de la disolución de la Unión Soviética, Jugoslavia y la RDA.

En la otra dirección, hacia una unidad estatal más grande, tiende la Unión Europea, que precisamente comienza a incorporar también a naciones del centro de Europa en su trasnacionalidad. Esta tendencia a la ampliación les parece a muchas personas en Europa que va tomando una dimensión "inhumana", lo que ha llevado a que desde 1993 esté funcionando específicamente una "comisión de las regiones" como órgano consultivo junto a las actuales instituciones europeas. También en la Ley Fundamental de la República Federal Alemana se reformuló completamente el Art. 23 después de la reunificación, para garantizar de manera especial los derechos de los estados federales en una Europa en expansión.

¿Necesitamos regiones en un nivel más bajo que el estado nacional?

Parece ser cosustancial a la persona que vincule una parte de su dignidad personal, de su identidad también con espacios delimitados, en los cuales ha acumulado, desde la infancia y junto con otras personas, experiencias comunes y a través de ellas está marcado de una forma especial. En el idioma alemán se utiliza para esto, en la mayoría de los casos, el concepto de "Heimat", terruño, patria chica, lo cual no sólo es visto en un sentido espacial sino también espiritual y ambos no tienen por qué ser idénticos. También descubren muchas personas a lo largo de su vida una patria chica adoptiva, que hace desvanecerse la primera patria chica.

"La patria chica se puede entender y describir mejor como un proceso muy personal de desarrollo que tiene que ver con lugares, aún más con personas que son de confianza para uno, entre los que uno se encuentra bien, es decir en casa, y especialmente con el encontrarse bien de la propia mente, del mundo espiritual propio. El proceso de desarrollo tan personal nos aporta también la explicación del por qué patria chica puede, existir y ya no existir al mismo tiempo." [6]

Este vínculo tan individual de las personas a determinadas regiones seguro que es emocionalmente muy importante y el reducirlo significaría cortarle a la persona sus raices. Esto significa que las regiones necesitan más de la protección de unidades o entes más grandes que la protección que ellas, por sí solas, podrían dispensar a sus habitantes. De esto se deduce que se debería delegar en las regiones el cuidado de la cultura y de la naturaleza en espacios más pequeños, lo que seguramente sirve para el encuentro de esa identidad.

 

 

 

3.2 Naciones

En vista de las experiencias negativas que ha tenido que realizar la totalidad de la población de Europa con el estado nacional del siglo XIX en el siglo XX, se permite la siguiente pregunta:

¿Necesitamos aún el estado nacional en la futura Europa?

Después de lo dicho anteriormente hay que diferenciar muy bien a qué estado nacional nos referimos, al estado nacional del siglo XIX como un recipiente en el que se depositan los sentimientos antifranceses, antibritánicos o antialemanes o nos referimos a un estado nacional, como el que se ha ido desarrollando en Europa en la segunda mitad del siglo XX.

En el primer caso una reactivación sería fatal, en su forma actual, purificada por las dos guerras mundiales, difícilmente se podrá renunciar e ello. Se supone que son especialmene dos cualidades las que poseen los estados nacionales de Europa al final del siglo XX y cuyo traslado a instituciones trasnacionales y modos de actuar aún no se pueden imaginar muchos ciudadanos de Europa. Primero la protección de los derechos elementales sociales y personales por una Constitución y segundo el alto grado de identificación de la población respectiva con las decisiones de sus parlamentos nacionales.

Así opina Ralf DAHRENDORF: "Las constituciones son la base de los derechos. Los derechos son garantías exigibles. No son simples promesas, bellas palabras. ...Por lo tanto los derechos exigen instancias sancionadoras, un ente coercitivo. Los tres poderes clásicos del Estado tienen aquí su sitio. Sin embargo por el momento estos poderes existen de forma fiable sólo en el Estado nacional. Aquel que abandona el Estado nacional pierde con ello la, actualmente, única garantía efectiva de sus derechos fundamentales. Quien considera hoy al Estado nacional por superfluo, da a entender con ello, sea o no conscientemente, que los derchos de los ciudadanos son innecesarios." [7]

Naturalmente que sólo se puede transformar al Estado nacional en una institución subsidiaria cuando la Unión Europea trasnacional ofrece, al menos, una cualidad legal igual a la de los Estados miembros. Para que esto pueda ser entendido con claridad por todos los ciudadanos hay aquí un importante trabajo para la formación. Puesto que aquí se trata de una transferencia de poder y de su utilización legítima los ciudadanos se deben de identificar con las nuevas instituciones a ese nivel trasnacional y no tener miedo de ellos.

Esto nos lleva a la segunda ventaja de los actuales Estados nacionales, el alto grado de aceptación por parte de los respectivos habitantes de las decisiones por mayoría en los parlamentos nacionales. Aquí se encuentra también la razón del por qué, especialmente los habitantes de Gran Bretaña, tienen tantos problemas con la idea de un Estado europeo trasnacional.

El, en aquel entonces, Ministro de Asuntos Exteriores, Malcom RIFKIND, formuló las reservas de su gobierno en un charla del 19.02.1997 de la siguiente manera:

"La legitimidad no se consigue sólo a través de tratados y reuniones, tiene que crearse con el paso del tiempo. La democracia debe de surgir de abajo y no de arriba. Lo que hizo que el régimen establecido en los países del Centro y del Este de Europa se derrumbase fue la escasez de una verdadera legitimidad. Todo aquel que propone el eliminar o reducir poder a instituciones ya existentes acepta un gran riesgo y tiene que tener para ello unas buenas razones. El problema no está sólo en que las intituciones sean nuevas; también están legitimadas en menor medida. En cada decisión por mayoría en una institución de la U.E. es derrotado, en cierto modo, un gobierno elegido democráticamente y la consecuencia es que en Alemania hay leyes que no han tenido el apoyo del gobierno alemán pero que fueron aprobadas porque los gobiernos italiano, belga y otros que votaron a su favor...

Quien afirma que el Estado nacional es un modelo a extinguir, está equivocado, el Estado nacional está sano y salvo, precisamente porque ha cambiado y se ha adaptado a los tiempos. Los Estados nacionales del oeste de Europa ya no son los países deficientes, nacionalistas, y potencialmente enemigos del siglo 19 y 20; han realizado – como cualquier otra cosa - un proceso de modernización y son más abiertos, menos discretos, más flexibles y probablemente menos poderosos que antiguamente. También en el punto de la política exterior ha cambiado el Estado, se ha abierto más a la cooperación internacional." [8]

Se permiten tres objecciones contra la posición británica.

Primero: En tanto que el Consejo de Ministros de la U.E. tiene la última palabra respecto a las normativas europeas, naturalmente que está justificada la cuestión de su legitimidad y el control de su poder. Pero esto se podría mejorar gracias a un parlamento formado proporcionalmente por ciudadanos europeos con el derecho a una completa codecisión.

Segundo: El modelo inglés de la cooperación libre esconde de por sí, desgraciadamente, también el peligro del cómodo no hacer nada. La situación la ha puntualizado críticamente Peter SLOTERDIJK: " Esta primera Comunidad Europea ha quedado en evidencia de su nulidad con la experiencia de la crisis yugoslava. Se podría decir directamente: Durante la ocupación de Sarajevo concluyó la época de los sueños políticos de Europa. Mientras que los europeos occidentales observaban durante dos años la división de Bosnia casi sin hacer nada, oscilando entre la indiferencia y una impotente indignación, se toparon con las consecuencias obscenas de sus propios vacíos políticos. La vergüenza de Europa por lo sucedido en Bosnia pasa la cuenta de las ilusiones y comodidades de toda una época. Ahora se hace patente lo que cuesta el haber vivido en un mundo hermético con un vacío de ilusiones. Aún esto algunos indicios parecen indicar la vergonzosa negación de la primera Comunidad Europea podría significar el punto de inflexión hacia una nueva orientación. Puede ser que después de 1989 esté surgiendo una nueva Europa; quizás fue el relativamente exitoso ultimatum de Sarajevo, en febrero de 1994, el primer gesto efectivo de una nueva Unión Europea completa, que estaría en condiciones para algo más que para enviar observadores y camillas." [9]

Tercero: Las consideraciones manifestadas por RIFKIND contra las decisiones europeas por mayoría ocultan también el hecho de que los intereses nacionales se quieren seguir manteniendo seguros con un derecho al veto en el Consejo de Ministros. Por otro lado se quiere seguir manteniendo la posibilidad de poder imputar a la Unión Europea decisiones nacionales impopulares, como por ejemplo ha sucedido con el cierre de fronteras con el tema de las vacas locas. Este es un juego peligroso que puede despertar nuevas emociones y temores nacionales y no es apropiado para atraer la confianza hacia un Parlamento europeo que se encuentra frente al nacional.

 

3.3 Trasnacionalidad

Quizás nos tengamos que acostumbrar en el futuro a deducir nuestra identidad de tres niveles espacio-políticos. Nosotros estamos marcados por nuestra región, por nuestra nación, pero ¿lo estamos también como europeos? Estamos orgullosos de nuestro pueblo, de nuestra país, pero ¿lo estamos también de Europa?

¿Necesitamos una identidad europea, un sentimiento del Ser-europeo?

Como ya fue manifestado al principio de este artículo, el mito de la nación como una "Persona" a defender en el siglo 19 y 20, tuvo una gran vigencia en la historia. Un mito de Europa semejante al enunciado no existe, más bien escepticismo, a veces desconfianza ante el poder de los burócratas de Bruselas. Y Europa como una entidad personalizada que pudiese provocar las emociones de sus ciudadanos no se divisa a corto plazo. Una cierta presión exterior, al menos en Europa occidental, para encontrar una identidad común ha desaparecido desde el desplome del Bloque del este.

Por otro lado la mayoría de los Estados de la Unión Europea tendrán en breve una moneda común, cuya estabilidad depende de la disciplina financiera y de la solidaridad entre los países socios. O pensemos en Alemania, cuando un buen día esté rodeada en todas sus fronteras por países vecinos, a los que debe de dejar la responsabilidad del control sobre la inmigración de personas. Ya en 1996 vivían en Alemania 7,3 millones de extranjeros, es decir el doble de personas de, por ejemplo, los habitantes que tiene la República de Irlanda y alrededor de un 9% de la totalidad de la población alemana.

¿Aprobarán los países del sur de Europa una ampliación hacia el este de la Unión Europea, cuando esto suponga una disminución de los ingresos en sus arcas del dinero de los fondos europeos de cohesión?

¿Qué sucede si los americanos se retiran de los Balcanes y el aporte de personas y material para una continuación de las acciones de pacificación deben de ser aportadas por unos pocos países de la Unión Europea?

Como máximo, cuando se exige una actuación solidaria, por parte de sus ciudadanos, en el nombre de Europa, tanto hacia fuera como hacia dentro, debe de contestar cada uno individualmente, al menos a sus representantes: ¿Me identifico con los valores que defienden las acciones europeas concretas o no? Sin un consenso mínimo sobre valores comunes no puede sobrevivir un Estado, una comunidad o una Unión.

Especialmente cuando la identificación o la solidaridad con esos valores exige sacrificios personales, es cuando no se puede evitar la pregunta sobre la escala de valores en ese caso concreto; es decir, ¿cuándo valores como:

deben de tener un rango superior, y en qué situaciones? No se pueden tener todos al mismo tiempo y con la misma intensidad.

A la hora de crear una identidad europea trasnacional debemos de pasar sin las activas fuerzas de un nuevo mito del gran imperio. Tampoco será la construcción de la "casa europea" –una visión de Gorbatschow- un nido para acurrucarse, sino más bien un trabajoso intento que exige amplios conocimientos detallados en muchas disciplinas y quizás aún más una ética pilítica orientada hacia el futuro. Esto fue también objeto de una reunión de la Comisión Europea los días 7 y 8 de mayo de 1997 en Santiago de Compostela, donde renombrados representantes de la política, de las religiones y de las ciencias llegaron a la siguiente conclusión:

"Es necesaria una ética de la política de unificación, especialmente con vistas a la Europa que aún debe de ser creada. A los responsables en las instituciones, especialmente en el Parlamento y en la Comisión, se les debe de exigir, en nombre de esa ética, que constantemente pongan de manifiesto las prioridades y los motivos para ese actuar unidos: paz, reconciliación, tolerancia, solidaridad, justicia y libertad." [10]

 

 

4. Consecuencias para el aula en Europa

No sin orgullo podemos decir los alemanes, que nosotros - después de las amargas experiencias de la 1ª mitad del siglo 20 – hemos construido un Estado en la 2ª mitad, cuyo fundamento ético son las cualidades nombradas anteriormente. Y que este fundamento (aún) existe, se lo debemos de agradecer a la contribución de muchas/os collegas en las clases de Historia y Política.

Alemania - así lo dijo el historiador francés Alfred GROSSER en un programa televisivo de la "Südwestfunk" el 10 de abril de 1998 – rompió en 1945 con el concepto de nación y puso en su lugar una educación política, por eso es, dentro de la Unión Europea actualmente, el único país que puede renunciar al concepto de nación.

En lugar del habitual sentimiento nacional nos esforzamos por encontrar una nueva identidad política, cuyo contenido es nuestra Constitución. Por esta razón hay en el idioma alemán, desde 1979, el concepto de "patriotismo constitucional". Esto no es un nuevo traje para el viejo conocido nacionalismo, más bien:

"El patriotismo constitucional" se acerca a un sentido más originario de patriotismo, que es anterior al nacionalismo y a la formación de los Estados nacionales en Europa. Obtiene su sentido principal en la "unión del patriotismo con la libertades ciudadanas y con la Constitución." [11]

Ahora bien, ¿es este "patriotismo constitucional" un modelo para Europa?

En la Unión Europea tenemos ciertamente desde 1992 (Maastricht) un Tratado de la Unión, pero una Constitución, de la que pudiesemos estar orgullosos, (aún) no lo es.
¿Es una tarea de la educación política en la clase, en las universidades y escuelas, la preparación de un camino que conduzca a una Constitución europea?
Esta pregunta seguramente que despertará en Gran Bretaña miedo y temor. Esto es comprensible mientras que uno no se pueda imaginar nada con una identidad europea, que no sea, al menos, de igual calidad que la identidad británica.

Después de la ya citada charla de Václav HAVEL en el Parlamento Europeo, en marzo de 1994, en la que él reclamaba una reflexión más profunda sobre una identidad europea, la organización "Europaunion Deutschland" se ha dedicado a esta tarea de la Unión de Europa desde noviembre de 1994 y después de numerosas discusiones en congresos y grupos de trabajo ha presentado una Carta de la identidad europea. En los seis capítulos de que está compuesta, abarca todos los objetivos importantes y las cualidades para una Unión Europea, con la que todo ciudadano europeo se puede identificar y de la que también podría estar orgulloso.

  1. Europa como una comunidad de destino
  2. Europa como una comunidad de valores
  3. Europa como una comunidad de vida
  4. Europa como una comunidad económica y social
  5. Europa como una comunidad responsable
  6. Características esenciales de una identidad europea

Una de estas características esenciales es:

Sir Ralf DAHRENDORF fue preguntado en una comisión del Congreso federal alemán sobre qué significado tiene la formación política para el mantenimiento y la manifestación de nuestra democracia, y su respuesta lapidaria fue:

"Información y persuasión." La información transmite conocimientos sobre instituciones, organizaciones, procesos. Sin semejantes conocimientos no es posible una participación activa. La persuasión sirve para la participación interna, para la aceptación del "espíritu de la ley". Esto tiene algo que ver con lo que en Alemania se llama legitimidad. Y continuó diciendo: Sin embargo: la existencia de la democracia no depende de la formación política sino del funcionamiento de las instituciones. Así pues la expresión de la democracia, el tipo y el grado de participación, tiene algo que ver con la formación política." [12]

Naturalmente que la opinión de DAHRENDORF se refería a una democracia ya existente. Pero ¿está prohibido el que la formación también realice un trabajo de convicción (persuasión) a favor de una (democracia) que se está construyendo?

"Uno de los antiguos presidentes de la Comisión de la C.E., Jean Rey, quien como muchos políticos belgas, en aquella época, (Spaak, Dehousse, Harmel) era un maestro en las artes de la comunicación, solía decir de la Comunidad, que era comparable a una catedral, cuyos maestros constructores serían olvidados un día, pues cada generación sigue trabajando en ella, sabiendo bien, que ellos no vivirían el final de la construcción. Lo que frecuentemente se olvida con esto, nos lo recuerdan los historiadores del arte: semejantes construcciones 'in being‘ han impresionado a la gente en todas las fases de la construcción, no precisamente por la cantidad de materia utilizada, sino por las ideas que se han tenido en cuenta para su construcción y con la seguridad fundada de que es correcto el realizar ese trabajo" [13]

Con esta esperanza han comenzado los socios del Proyecto EDUVINET y otros autores, así como muchas/os colegas en las escuelas, a aportar su contribución a la "catedral" Europa.

 

 

 

 












Bibliografía






















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